Escapar de la obscuridad comprende dos etapas: Primera, el reconocimiento de que la obscuridad no puede ocultar nada. Este paso generalmente da miedo. Segunda, el reconocimiento de que no hay nada que ocultar aunque pudieses hacerlo. Este paso te libera del miedo. Cuando ya no estés dispuesto a ocultar nada, no solo estarás dispuesto a entrar en comunión, si no que entenderás también lo que es la dicha y la paz.
La obscuridad, de hecho, jamas puede ocultar a la santidad, pero tu puedes engañarte a ti mismo al respecto. Este engaño te hace temer porque te das cuenta en tu corazón de que es un engaño, y realizas enormes esfuerzos por establecer su realidad. El milagro sitúa a la realidad en el lugar que le corresponde. A la realidad le corresponde estar únicamente en el espíritu, y el milagro reconoce únicamente la verdad. De este modo desvanece las ilusiones que albergas con respecto a ti mismo, y te pone en comunión contigo mismo y con Dios. El milagro se une a la Expiación al poner a la mente al servicio del Espíritu Santo. Así se establece la verdadera función de la mente y se corrigen sus errores, que son simplemente una falta de amor. Tu mente puede estar poseída por ilusiones, pero el espíritu es eternamente libre. Si una mente percibe sin amor, percibe tan solo un armazón vacío y no se da cuenta del espíritu que mora dentro. Pero la Expiación restituye el espíritu al lugar que le corresponde. La mente que sirve al espíritu es invulnerable.
Un Curso De Milagros
En la compasión, simplemente das. En
el amor, estás agradecido porque el otro te ha dado algo. En la compasión,
estás agradecido porque el otro ha tomado algo de ti; estás agradecido porque
el otro no te ha rechazado. Tú llegaste con energía para dar, llegaste con
flores para compartir y el otro te lo permitió, el otro fue receptivo. Tú estás
agradecido porque el otro fue receptivo.
La compasión es la forma más elevada del amor. La angustia más grande en la
vida se da cuando no puedes expresar, cuando no puedes comunicarte, cuando no
puedes compartir. El hombre más pobre es aquél que no tiene nada para
compartir, o que tiene algo para compartir pero ha perdido la capacidad, el
arte de compartirlo; entonces un hombre es pobre. El hombre de compasión es el
más rico — está en la cima del mundo. El no tiene confinamiento, ni
limitaciones. Simplemente da y recibe y continúa su camino. Ni siquiera espera
que le des las gracias. Con tremendo amor él comparte su energía.
Esto es lo que yo llamo terapéutico.